miércoles, 17 de abril de 2013

El matrimonio entre personas del mismo sexo


El matrimonio entre personas del mismo sexo
El matrimonio entre personas del mismo sexo (también llamado matrimonio homosexual, matrimonio gay o matrimonio igualitario -con es

te último término fue como se lo conoció exclusivamente en Argentina-) es el reconocimiento jurídico que regula la relación y convivencia de dos personas del mismo sexo, con iguales requisitos y efectos que los existentes para los matrimonios entre personas de distinto sexo.
El matrimonio entre personas del mismo sexo, en los países en que se ha aprobado hasta ahora, se ha establecido legalmente mediante la extensión de la institución ya existente del matrimonio a aquellos formados por personas del mismo sexo. Se mantienen la naturaleza, los requisitos y los efectos que el ordenamiento jurídico venía reconociendo previamente a los matrimonios.
Junto a la institución del matrimonio, y como alternativa o, en ocasiones, superponiéndose a la regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo, existen instituciones civiles adicionales, muy diferentes en cada país y comunidad, con denominaciones distintas como "parejas de hecho" o "uniones civiles" (entre otras denominaciones), cada cual de una naturaleza, requisitos y efectos ad hoc, según la realidad social, histórica, sociológica, jurídica y aun política de cada sociedad. Estas instituciones son consideradas por movimientos de Derechos Humanos como instituciones apartheid y en muchos casos son criticadas por fomentar la discriminación y crear ciudadanos de segunda clase.
El matrimonio entre personas del mismo sexo es un tema de Derechos Humanos Universales respaldado por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos que considera que el matrimonio es un derecho que asiste a todas las personas con independencia de su orientación sexual.] Diversas organizaciones de defensa de los Derechos Humanos trabajan para ver reconocido este derecho. Este apoyo se basa en el argumento de la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, así como en los problemas de salud física y mental que puede acarrear a las parejas del mismo sexo la prohibición del acceso al matrimonio.] Además el reconocimiento de los matrimonios entre personas del mismo sexo permite la normalización de las relaciones LGBT.
El rechazo al matrimonio entre personas del mismo sexo es atribuido a la homofobia, o al heterosexismo, y establecen comparaciones entre las prohibiciones al matrimonio homosexual y las antiguas prohibiciones al matrimonio interracial.]

martes, 26 de julio de 2011

Sin acomodos




Por Pedro Fernando Mercado Cepeda
La posición de la Iglesia sobre los debatidos temas del matrimonio y de la adopción homosexual ha querido ser la más respetuosa de la dignidad y de los auténticos derechos de todos los ciudadanos, sin discriminación alguna. No en vano, en múltiples oportunidades, los obispos colombianos han condenado todo eventual acto de maltrato social o de violencia contra las personas homosexuales y han reafirmado el pleno reconocimiento de su igual dignidad ante Dios y ante la ley.Añadir imagen


Sin embargo, en no pocas ocasiones, estas manifestaciones de sincera cercanía pastoral han sido amordazadas por el deseo de algunos de avivar sin razón el ardor de la polémica. La Iglesia no es enemiga de nadie: no estar de acuerdo con ciertas reivindicaciones jurídicas no significa querer excluir o discriminar a quienes las demandan. Como ellos mismos, en una sociedad multicultural y democrática como la nuestra, respetuosa de la libertad de opinión, la Iglesia y sus miembros tienen el derecho y el deber de proclamar sus valores como contribución al bien común.
Y es que la voz de la Católica, a la que recientemente se han unido más de 300 líderes religiosos y más de una docena de asociaciones civiles, no ha hecho más que reafirmar, con claridad y respeto, que no puede constituir un verdadero matrimonio o una verdadera familia el vínculo de dos hombres o dos mujeres y mucho menos se puede pretender atribuir a esa unión el derecho a adoptar menores de edad. ¿Dónde está el escándalo?


Con estas afirmaciones, la Iglesia no ha pretendido imponerse con la fuerza de sus 'mayorías'; ha querido simplemente participar en el debate público exponiendo sus razones. Razones que no han sido exclusivamente de orden religioso y moral: obispos y fieles han aportado enjundiosos contenidos jurídicos, éticos, psicológicos y sociales a la discusión.


A decir verdad, hoy son otros quienes de facto se imponen, utilizando la omnipotencia de sus políticas y fondos internacionales, amparándose en el apoyo de importantes conglomerados económicos y mediáticos, aprovechando al máximo la excesiva concentración de poder de ciertas instituciones y el disipado criterio ético de algunos pocos ciudadanos y partidos políticos. El resultado: un soterrado pero muy diligente proceso de reingeniería social tendiente a transformar, en profundidad, los valores ciudadanos, públicos y privados.


En esta nación nuestra, los valores éticos de la mayoría de los ciudadanos han sido progresivamente transmutados en los valores de una selecta minoría para la cual casi todo parece ser relativo, desde la vida humana hasta las matemáticas. Sumando, restando, multiplicando y dividiendo las cuentas me han parecido siempre sospechosas: 3 o 4 deciden por 45 millones. ¿Tendrá remedio este desbarajuste?


Prefiero dejar de lado, ante la inminencia de una decisión trascendental para el país, los guarismos y los silencios de la política para unirme a la voz de los obispos y de millones de compatriotas, reiterando que la naturaleza de la familia exige la complementaria correlación biológica y afectiva de un hombre y de una mujer. Me hago así portavoz, in extremis, no solo del Evangelio sino de la Constitución Nacional, que, en su espíritu como en su letra, proclama la familia, formada por varón y mujer, como núcleo fundamental de nuestra sociedad. Portavoz de la veinteañera Constitución, la misma que todos los colombianos, todos, estamos llamados a respetar, acatar e interpretar sin acomodos. Oremos por esta intención.
* Sacerdote de la Arquidiócesis de Barranquilla










martes, 21 de septiembre de 2010

Las corridas de toros a través de la mirada de un niño

Las corridas de toros a través de la mirada de un niño Dicen que “quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación”, esta verdad resulta evidente cuando se intenta razonar sobre el sufrimiento al que es sometido un animal por puro placer, por costumbre o tradición en los festejos populares. Durante los meses pasados tuvo lugar en el Parlamento catalán el debate sobre la prohibición de las corridas de toros. Entre los participantes estuvo el etólogo Jordi Casamitjana, experto en comportamiento animal que ,entre otras cosas , dijo: “los gestos, la boca abierta, los ojos cerrados, la expresión facial , indican un sufrimiento fisiológico y cansancio” y describió las señales evidentes que demuestran que “el toro sufre tanto psicológicamente como físicamente” durante la corrida. No hay que ser un especialista para reconocer el padecimiento de cualquier animal ante la tortura. Cualquier niño puede distinguir entre la alegría y el dolor, la angustia y la felicidad de cualquier individuo, sea un perro, un toro o un humano. Beatriz (una niña que vive en el exilio con su madre) es una de las protagonistas de “Primavera con una esquina rota” de Mario Benedetti. En uno de los relatos, Beatriz (La amnistía), describe la reacción de esta criatura ante la visión de una corrida: “También el otro día vi por la tele una corrida de toros que es como un estadio donde un señor juega con una mantel colorado y un toro que se hace el furioso pero es buenísimo [...] entonces fue el hombre quien se puso furioso y como era muy necio le clavó aquí en la nuca una espada larguísima y el toro que ya estaba a punto de pedir la amnistía miró al señor con unos ojos muy pero muy tristes y después se desmayó en mitad de la cancha [...] y a mí me dio tanta lástima que me salió un suspiro y esa noche soñé que yo acariciaba al toro y le decía chicho chicho,[...] pero en el sueño el toro seguía desmayado en mitad de la cancha y yo le daba la amnistía pero en sueños no vale [...] Cuando venga la amnistía no habrá más corridas de toros”. Como Beatriz ( y su creador, el tristemente fallecido M. Benedetti), nosotros esperamos ansiosos el día en el que la tortura a un animal, en este caso un toro, deje de ser un espectáculo legalizado y subvencionado. “No hay más ciego que el que no quiere ver”, pero aquí estamos los que caminamos por la vida con los ojos y el corazón, bien abiertos.